Amistad. Una palabra y
mil preguntas ¿Cómo nace? ¿Cómo vive? ¿Cómo muere? Ser extraño, la amistad.
Invisible a primera vista. Sin embargo, si te fijas bien, la puedes observar en sus miradas
cómplices y en sus gestos inconscientes. La oyes en sus carcajadas compartidas.
La amistad es un bicho
raro. Nadie la acaba de entender del todo. Y quizá por ello es especial. Hay
que tratarla con cariño, sin atosigarla. Hay que dejarla respirar para no
ahogarla. Y jamás olvidarla. Pero qué sé yo, cada amistad es un mundo, dicen.
Existen cientos de tipos, aunque sólo una verdadera. Para mí, ellas.
¿Cómo son? Ellas
son…indescriptibles. Asombrosas. Diferentes, originales y extraordinarias. Son
mujeres fuertes, de las que no se dan por vencidas. Luchan por alcanzar sus
sueños sin olvidarse de vivir. Y es que si hay algo en lo que sobresalen, es en
disfrutar cada segundo de su vida. Reír hasta llorar, bailar hasta no poder más.
Perderse por el mundo para descubrirlo. Querer sin límites, amor incondicional.
Infinito por infinito. Y cantar a pleno pulmón. Sin alcohol y sin complejos.
¿Por qué ellas, os
seguís preguntando? Admiración. La versión edulcorada de la envidia, diréis.
Sin embargo, es absolutamente cierto. Las admiro profundamente, aunque ellas quizá
también se están enterando ahora. Mea
culpa. He aquí la razón de esta carta. Vosotras. Vosotras que hacéis brillar
la vida cuando todo es gris, que endulzáis los días amargos. Locura en vena,
chute de adrenalina. Y sonrisas cuando más las necesitas.
Haréis cosas grandes en
el futuro, estoy convencida de ello. No os rindáis, no dejéis que otros puedan
con vosotras. Lo peor del camino son las caídas, lo mejor es contemplar lo
lejos que has llegado. Y vosotras llegareis muy lejos. ¿Por qué? Porque las grandes
personas acaban haciendo grandes cosas. Y si tropezáis alguna vez, J.P. Marat
siempre dijo: “No existe el fracaso, salvo
cuando dejamos de esforzarnos”. Cada error no es más que una oportunidad para
ser mejor. Aunque desde abajo todo se ve negro. Lo sé. Sin embargo, la vida no consiste
en cuantas veces caes, sino en cuantas te levantas.
Mis últimas líneas. ¿Qué me queda por decir? No perdáis
vuestras ganas de exprimir la vida. Vuestra
joie de vivre. Nunca. Jamás. Reír
hasta llorar, bailar hasta no poder más. Y cantar a pleno pulmón. Vivir es una
aventura, y junto a vosotras, la mía será increíble. Por ello, gracias. He aquí mi confesión.